Mientras el príncipe Tarquino está en el campo de batalla, escucha las alabanzas de pureza, belleza e integridad que hace el noble Colatino de su esposa Lucrecia. Decidido a conocerla, abandona sin explicaciones la batalla, y se dirige a casa de Colatino para comprobar si es cierto lo que pregona de ella.
Al encontrarse Tarquino con Lucrecia queda deslumbrado. Solicita descansar y pasar la noche en la casa. La generosa y honrada Lucrecia accede, sin imaginar lo que barrunta la cabeza del príncipe. Cuando todos duermen Tarquino asalta el cuarto de Lucrecia. Intenta convencerla de que acceda a sus deseos. Después la amenaza con asesinarla a ella y a un criado que colocará en sus brazos. Así justificará que los mató por encontrarlos cometiendo adulterio y ella y su familia serán deshonradas. Finalmente termina violándola y huye.
Lucrecia queda arrasada, perdida y con pensamientos suicidas. Decide escribir a su esposo Colatino y pedirle que regrese urgentemente porque algo muy grave ha sucedido. Una vez a su lado, ella le cuenta los hechos y sólo en el último momento dice el nombre del culpable: el príncipe Tarquino. Acto seguido se suicida clavándose un puñal en el pecho. El cuerpo de Lucrecia es llevado por las calles de Roma. Los nobles y el pueblo piden venganza. Tarquino es desterrado y la corrupta monarquía es abolida instaurándose la república.